lunes, 11 de febrero de 2013

DE ÓRDENES Y MESNADAS (CAPÍTULO 06)




DECISIONES Y MISTERIOS...

Ya dentro de nuestro temporal cuartel general, discutía con todos los caballeros, la estrategia que deberíamos tomar tanto para seguir reclutando gente (hasta ahora sin saber cómo estaban las cosas en el condado de Fuchinga Alta, así como en el resto del orbe) como para liberar a mi hermano Orson. Surgía una gran interrogante:

- ¿Quiénes lo tendrían prisionero?

- ¿Serían acaso miembros y espías de la Orden Tunae del sr. Gallumbos?

Muy poco posible, puesto que tenía certeza que mis cartas llegaron tanto a la parroquia de Bucaramanga como al pueblo Real de Minas (ambos en el Reino de la Gran Colombia) donde Maese Fósil ya se había movilizado con sus bravos caballeros hacia Nuestra Señora de la Asunción de Panamá ante una posible emboscada por parte de la Orden.

- ¿Enemigos locales?

Era la hipótesis más creíble  ya que dada la relativa cercanía que separaba nuestros territorios, su movilización no hubiera sido tan larga, además no estaba seguro si Orson sufriera o no algún otro percance. Sin embargo y a la vez, esta hipótesis era poco probable, debido a que la mayor parte de los bienes de nuestros enemigos fueron invertidos en armamento y víveres tanto para sus guerreros como para muchos otros mercenarios.

- ¿Piratas?

Ninguna flota osaría enfrentarse a mi hermano Orson, puesto que su estandarte flameaba en lo alto de su barco, y conociendo tanto la habilidad, pericia y hasta la dureza por la que eran conocidos Orson y sus hombres (a quienes curiosamente llamaba “los mirmidones”) dichos piratas hubieran necesitado una flota por lo menos tres veces mayor tanto en artillería como en guerreros, aunque difícil, esta idea tampoco era descartada.

- ¿Los encapuchados? (me di cuenta que hasta ahora no sabía ni el origen ni de quiénes se trataba, pero seguía llamándolos así, pues el "nombrecillo", como que pegaba)
Mmm...

En ese momento recordé que no tardaría en llegar el emisario que resolvería todas mis dudas con respecto a estos individuos.

Rápidamente y mediante consenso, decidimos que al llegar a la Ciudad de los Reyes, juntaríamos todas nuestras tropas hábiles y dividiríamos nuestro ejército en tres partes (no me gustaba la idea de dividirnos, pero ante dicha situación extrema, había que proponer una solución extrema), el primero estaría comandado por Mick Jagger y se dirigiría al puerto del Callao, tomaría el único barco en buenas condiciones que quedaba, llevando consigo los guerreros con mayor experiencia en táctica, acecho y navegación, su misión sería dirigirse directamente a Panamá (desembarcarían en Santa María la Antigua, para luego continuar su trayecto hacia Nuestra Señora de la Asunción por vía terrestre) y de ser posible liberar al almirante Orson.

Al mando del segundo grupo estaría un viejo amigo mío capitalino, quien esa misma noche tendría una reunión con los hidalgos de la ciudad los Reyes, partiendo inmediatamente termine esta, en busca de más caballeros que vivan tanto al centro como al norte de su ciudad y de allí tomarían la ruta más corta hacia Panamá.

Finalmente el tercer grupo estaría a cargo de Bob Patinho, el cuál seguiría la ruta del norte, puesto que su misión sería ir al reino de la Gran Colombia donde los señores Athos y Manimal ya lo esperaban en la Ciudad de Santa Fé.

Yo tendría que esperar la respuesta de los feudales sureños antes de poder continuar con la campaña (cosa que al principio no fue de mi agrado), con tantos días por lo menos esperaba una noticia (positiva o negativa) de Gallo quien fue como mi principal embajador hacia la ciudad de Santiago de Nueva Extremadura en busca de mi amigo Rottweiler, pasando antes por Antofagasta donde vive el señor Emerson; por lo menos eso me daría tiempo para permanecer unos días en Los Reyes tanto para averiguar la identidad de los encapuchados, además de sus propósitos y... para hacer una pequeña visita pendiente que no realizaba hace ya bastantes años.

Terminada la reunión de emergencia que tuvimos nos dispusimos salir a almorzar y preparar nuestro viaje, fui el último en salir de la tienda, a mi paso salió un jovenzuelo de escasos diez y ocho años (aproximadamente) quien entregóme una carta y quedó estático inmediatamente.

La carta decía lo siguiente:

Estimado señor Txalaka:

Si está leyendo la carta que mandé con mi mensajero, significa que no hubo nada fuera de lo común hasta ahora, cosa que por un lado me tranquiliza, puesto que aún no hay movilización de tropas por parte de nuestros enemigos, aunque por el otro, me preocupa bastante que en estas semanas no se sepa nada de ellos o de sus fechorías en Los Reyes.

Necesito urgentemente hablar con vuesa merced lo más antes posible Y A SOLAS, puesto que la información que le confiaré es de vital importancia para todas las ordenes de caballería tanto de las de aquí como las que hay en vuestros dominios.

Si bien vuesa merced se preguntará que siendo este un tema de vida o muerte, ¿por qué no lo compartí antes con mucha más gente? Le confesaré que sentí miedo, un miedo que os explicaré personalmente en nuestra cita.

Le ruego que por vuestra seguridad (y la de nuestra misión), deje vuestra armadura, espada y caballo con alguno de sus hombres de confianza, el cuál deberá lucirlos mientras cruzan la entrada de la Ciudad de los Reyes y hasta vuestro regreso; mi mensajero (que a la vez es mi escudero) lleva escondidos una capa de pastor y un cayado que vuesa merced deberá usar para entrar a la ciudad; cerca de San Vicente, se encuentra la Villa de San Luis, en donde vosotros deberéis permanecer hasta el atardecer, mi escudero dejará su caballo y ambos entrarán a Los Reyes cual pastores justo al llegar el ocaso, para lo cuál ya dispuse unas cuantas ovejas que vuesa merced y mi escudero conducirán, de esta manera vuestra historia será creible frente a los guardias (mi escudero os dará más adelante la historia que deberán contar en caso los guardias os pregunten quiénes sois); en San Luis podrá descansar en una pequeña casita que mi escudero os mostrará, donde encontrarán provisiones para el resto del día así como dos cueros de cabra, dos morrales y dos sombreros de paja.

Necesitará una muy buena excusa para convencer a alguno de vuestros hombres en usar vuestros artículos, dígales que es por seguridad vuestra, cosa que, valgan verdades, no es del todo falsa, puesto que sin querer (o queriéndolo) vuesa merced ya se ganó bastantes enemigos no sólo en Los Reyes; demás está decirle que nadie puede saber del contenido de esta carta; es muy probable que mi escudero, mientras usted lee se encuentre estático, no se preocupe, se mantendrá en dicha posición hasta que usted le devuelva la carta, la misma que será inmediatamente quemada.

Luego de cruzar la puerta de Los Reyes, esperarán hasta el anochecer (calculo que será una hora después de su llegada a la ciudad) de allí, ambos se dirigirán a una taberna, mi escudero ya os guiará, pidan una medida de vino (para lo cuál dejé varias monedas en vuestro morral) y sirvan tres copas (esa será la señal), en ese momento se les acercará un mozo con apariencia de labriego, el cuál dira un santo y seña que mi escudero reconocerá, luego permitirán que se siente con vosotros y terminarán la medida de vino, después “el labriego” os conducirá a nuestro punto de encuentro, nadie más que él (y yo obviamente) conocemos el punto de encuentro, por lo que de fracasar esta primera misión (en caso emboscasen o matasen a mi muchacho) nadie reconocerá el santo y seña por lo que “el labriego” no llevaría a nadie hacia el punto de encuentro; a la vez que ustedes se retiran, mi escudero se llevará las ovejas para que nadie sospeche...

Ruego disculpe que no pueda revelar mi identidad en este momento, cosa que hago tanto por mi seguridad como por la vuestra.

Atentamente:

Un amigo

P.D. Tenga cuidado con las serpientes, en caso capture alguna, mátela con el borde de vuestro cayado, sáquele la piel y sepárela en ocho partes, haga un Mate De Manzanilla, echando primero cuatro partes y después de tres minutos, eche el resto; este es un antiguo remedio que salvará su vida algún día.

Aquel Post Data, me daba la certeza que no se trataría de una trampa por parte de los encapuchados, y que mi informante anónimo era un hombre de bien, bastante inteligente al haber planeado nuestro encuentro con tantos detalles, entregué inmediatamente la carta a su escudero, el cuál la quemó en mi presencia.

Me resultaría difícil convencer a alguno de mis compañeros de armas a que usen mi armadura, mi espada, mi caballo, sin previa explicación; pensé en Bob Patinho, total, él conocía algo del tema, puesto que fue él quien me avisó del emisario, además que como mi hermano de toda la vida, confiaba ciegamente en él, pero por otro lado, sería levantar sospechas en caso algún espía no viera la armadura de Bob liderando la tercera compañía, igualmente no podía darle mi armadura a mi escudero puesto que ya él, era también conocido y de la misma manera aumentarían las sospechas de nuestros enemigos si vieran mi blasón, estandarte y espada, y no a mi escudero al lado mío.

De por sí era una decisión bastante difícil puesto que no podría contar nada de lo que decía la carta, en ese preciso momento, vi no muy lejos a Oto quien se acercaba para decirme:

“Maese, vuestros compañeros me mandan a buscaros, todos están preparándose en sus tiendas de campaña, preparando sus armas y caballos, dentro de muy poco se dispondrán de una vez a cabalgar hacia Los Reyes…”

Sonreí y a la vez giré en dirección al escudero, quien estaba al lado derecho mío, él cuál por respuesta dio una sonrisa cómplice.

“¡Oto, necesito un enorme favor de tu parte, y no esperaré un NO como respuesta! …”