SAN VICENTE, Y CAMBIO DE PLANES...
La mañana avanzaba y yo seguía sin poder de dormir, si bien no me equivoqué al deducir que se trataban de guerreros, gracias a la Virgen de Chapi que se trataba de Bob Patinho, el cuál al enterarse de la batalla que mi ejército librara en la Villa de Valverde, y que mi llegada aún no se producía, salió en mi búsqueda con otros tantos caballeros locales.
Al
encontrarnos, nos dimos un fuerte abrazo, ¡cuánto tiempo no miraba a mi
compañero de aventuras y viajes, con el que recorrí medio mundo!, los años
pasaron en un santiamén, y ahora dichas aventuras eran un muy bonito recuerdo
que llevaba en mi corazón y en mi mente.
Sin
perder más tiempo (y pienso que tantas aventuras y sobretodo el cansancio me
hicieron perder el juicio por unos instantes) le pedí que me llevara a su
castillo para que puedan descansar tanto los caballeros, escuderos, soldados,
así como los animales, Bob Patinho me dijo que no habría problemas en descansar
en esta villa, puesto que además de ser una villa pacífica, ya habían montado
un campamento, es más mientras nosotros hablábamos, un mensajero llevaba
consigo la buena nueva además que nos darían una espléndida bienvenida en su
campamento.
Al
llegar y después de asearnos, encontramos una mesa muy amplia, servida con
exquisitos manjares, delicioso vino y la muy conocida “bebida de los dioses”,
mientras comíamos algunos de los escuderos decidieron tocar canciones alegres,
al terminar la cena, todos los caballeros presentes acompañamos en la labor a
los escuderos, mientras hermosas doncellas aparecían quienes con su insinuante
danza alegraron nuestros corazones.
Era un
momento bastante agradable, por un lado la gente bebía, por el otro danzaba con
las doncellas, y otros en un costado hablaban de grandes aventuras y cosas que
desconocía, me enteré por medio de esta charla de que esta villa se llamaba San
Vicente y que era muy rica en viñedos, de gente a la vez valiente y
hospitalaria, otros hablaban de las lindas mujeres que viven en dicha villa,
todos reían, cantaban, hasta escuché la conversación de uno de mis hermanos de
cofradía acerca de aquellos encapuchados con quienes sostuvimos aquella
batalla, a lo cual sin darme cuenta el porqué, muchos de los que escuchaban
cambiaron sus rostros risueños por otros más bien de ira o de dolor.
Interrumpí
dicha conversación animando a la gente a cantar una hermosa canción que otrora
siempre era cantada en los festines, y todos estuvieron de acuerdo con
cantarla, salvo dos personas que se levantaron y se retiraron a conversar en
una esquina lo suficientemente lejana como para que los demás no percibiéramos
su conversación, uno de ellos era Bob Patinho.
Terminó
la canción y siguió otra, más alegre que la anterior, y siguió otra más, hasta
que por fin pude dejarlos para acercarme y poder hablar a solas con Bob, que
había terminado su conversación con aquel caballero una canción atrás y este a
su vez, retiróse inmediatamente.
“Bob,
dime qué sucede…” – le pregunté.
“Txalaka,
esto es mucho más grave de lo que te imaginas, aquellos encapuchados (como tú
los llamas) son gente muy peligrosa que no dudarán en matarte o matar a cualquiera
que se interponga en su camino”
“¿Es
eso todo?, recuerda hermano que te conozco perfectamente y se cuándo no has
contado todo lo que sabes”
“Es
cuestión de tiempo Txalaka” – me replicó Bob, “más no puedo decirte, en primer
lugar porque prometí a mi amigo no contarte más hasta que el indicado te lo
cuente personalmente, en segundo lugar porque no se mucho más del asunto…”
“¿Y
cuándo aparecerá el tipo que me contará lo que sabe?” – volví a preguntar.
“Pues
Los Reyes están a pocas horas de aquí, calculo que mientras va y regresa...
mmm... llegarán aquí a media mañana, no te desesperes y ahora vamos al festín
que todavía queda tiempo.”
Mientras
todos se divertían, yo seguía pensativo y ansioso por la conversación que
sucedería dentro de algunas horas, aquel misterio por fin me sería revelado y
la identidad de mis nuevos enemigos conocida.
Con el
primer rayo de luz acabó la fiesta, las mozas se retiraron a sus casas (algunas
acompañadas por caballeros y uno que otro escudero), muchos fueron a dormir a
sus tiendas de campaña y unos pocos fueron a comer antes de rendirse a Morfeo.
Al no poder dormir, me acerqué a las caballerizas y pude ver con alegría que
casi la totalidad de los caballos, estaban recuperados, percaté una silueta a
lo lejos muy cerca de mi caballo, lo que en verdad me asustó, sigilosamente me
escabullí sin hacer ruido listo a matar aquel individuo en caso se tratara de
un enemigo, cuál sería mi sorpresa al ver a Oto (el muchacho de la aldea vecina
que decidió acompañarnos) limpiando mi caballo.
“Oto,
¿qué haces despierto tan temprano? – le pregunté.
“Maese,
en mi aldea me levanto antes de que cante el gallo (que es ligeramente antes
del primer rayo de sol) por lo que decidí limpiar vuestro caballo así como los
que pertenecen al resto de caballeros, disculpe usted puesto que ya me contaron
que sólo vuestro escudero puede hacerse cargo de vuestro caballo, pero aún
faltan dos horas para que todos los escuderos hagan esas tareas, además que
quiero mostrarle mi agradecimiento por traerme consigo…” – respondió.
“Muchacho,
no te molestes tanto, tú viniste por voluntad propia, además que no eres un
criado para hacer las tareas que les corresponden a los escuderos…” – le
expliqué.
“Maese,
usted no me entiende pues yo soy un muchacho de aldea, el cual nunca podrá ser
escudero y por ende tampoco llegará alguna vez a ser caballero como lo es
usted, yo en estos instantes efímeros vivo mi sueño, ¡por favor, no me quité
dicho placer!" – me replicó con lágrimas en los ojos.
Sonriendo
le dije: “Oto, eres un buen muchacho, llegarás lejos si te lo propones,
continúa con tu tarea y luego de limpiar los caballos, vas a desayunar, cosa
que yo haré en este instante…”
Luego
del desayuno, pasé las dos siguientes horas observando el campamento, vi
algunos que se dedicaban a entrenar con espadas, otros cual juglares, se
dedicaban a tañer y componer, otro enamoraba a su doncella del día anterior, la
cual regresaba por la mañana a ver a su amado, ¡cuántos recuerdos volvieron a
mi mente!, las frías noches que bajo su ventana cerrada entablaba largas
conversaciones con ella, las noches en que la única luz que iluminaba la noche
era la que salía de su alcoba, ella en el balcón oyendo mis canciones, los
constantes “te quiero” y los…
“¡Llega
un mensajero, llega un mensajero!” – escuché que gritaba el vigía de nuestro
campamento, inmediatamente corrí a su encuentro le pedí que me llevara al lugar
de reunión.
Extrañado
el pobre muchacho me dijo: “Maese, no se a que se refiere, me mandaron con esta
carta para usted, diciéndome que era de vital importancia.”
Tomé la
carta entre mis manos y empecé a leerla, rápidamente a la vez que mi rostro
palidecía, parte de la flota de barcos que partirían rumbo a España, estaban o
inservibles o ya estaban ocupados, por lo que sólo quedaba un barco para mis
fines, sin embargo, lo que más me preocupó fue el enterarme de que Orson había
sido tomado prisionero en Panamá por nuestros enemigos…