lunes, 20 de agosto de 2012

DE ÓRDENES Y MESNADAS (CAPÍTULO 05)




SAN  VICENTE, Y CAMBIO DE PLANES...

La mañana avanzaba y yo seguía sin poder de dormir, si bien no me equivoqué al deducir que se trataban de guerreros, gracias a la Virgen de Chapi que se trataba de Bob Patinho, el cuál al enterarse de la batalla que mi ejército librara en la Villa de Valverde, y que mi llegada aún no se producía, salió en mi búsqueda con otros tantos caballeros locales.
Al encontrarnos, nos dimos un fuerte abrazo, ¡cuánto tiempo no miraba a mi compañero de aventuras y viajes, con el que recorrí medio mundo!, los años pasaron en un santiamén, y ahora dichas aventuras eran un muy bonito recuerdo que llevaba en mi corazón y en mi mente.
Sin perder más tiempo (y pienso que tantas aventuras y sobretodo el cansancio me hicieron perder el juicio por unos instantes) le pedí que me llevara a su castillo para que puedan descansar tanto los caballeros, escuderos, soldados, así como los animales, Bob Patinho me dijo que no habría problemas en descansar en esta villa, puesto que además de ser una villa pacífica, ya habían montado un campamento, es más mientras nosotros hablábamos, un mensajero llevaba consigo la buena nueva además que nos darían una espléndida bienvenida en su campamento.
Al llegar y después de asearnos, encontramos una mesa muy amplia, servida con exquisitos manjares, delicioso vino y la muy conocida “bebida de los dioses”, mientras comíamos algunos de los escuderos decidieron tocar canciones alegres, al terminar la cena, todos los caballeros presentes acompañamos en la labor a los escuderos, mientras hermosas doncellas aparecían quienes con su insinuante danza alegraron nuestros corazones.
Era un momento bastante agradable, por un lado la gente bebía, por el otro danzaba con las doncellas, y otros en un costado hablaban de grandes aventuras y cosas que desconocía, me enteré por medio de esta charla de que esta villa se llamaba San Vicente y que era muy rica en viñedos, de gente a la vez valiente y hospitalaria, otros hablaban de las lindas mujeres que viven en dicha villa, todos reían, cantaban, hasta escuché la conversación de uno de mis hermanos de cofradía acerca de aquellos encapuchados con quienes sostuvimos aquella batalla, a lo cual sin darme cuenta el porqué, muchos de los que escuchaban cambiaron sus rostros risueños por otros más bien de ira o de dolor.
Interrumpí dicha conversación animando a la gente a cantar una hermosa canción que otrora siempre era cantada en los festines, y todos estuvieron de acuerdo con cantarla, salvo dos personas que se levantaron y se retiraron a conversar en una esquina lo suficientemente lejana como para que los demás no percibiéramos su conversación, uno de ellos era Bob Patinho.
Terminó la canción y siguió otra, más alegre que la anterior, y siguió otra más, hasta que por fin pude dejarlos para acercarme y poder hablar a solas con Bob, que había terminado su conversación con aquel caballero una canción atrás y este a su vez, retiróse inmediatamente.
“Bob, dime qué sucede…” – le pregunté.
“Txalaka, esto es mucho más grave de lo que te imaginas, aquellos encapuchados (como tú los llamas) son gente muy peligrosa que no dudarán en matarte o matar a cualquiera que se interponga en su camino”
“¿Es eso todo?, recuerda hermano que te conozco perfectamente y se cuándo no has contado todo lo que sabes”
“Es cuestión de tiempo Txalaka” – me replicó Bob, “más no puedo decirte, en primer lugar porque prometí a mi amigo no contarte más hasta que el indicado te lo cuente personalmente, en segundo lugar porque no se mucho más del asunto…”
“¿Y cuándo aparecerá el tipo que me contará lo que sabe?” – volví a preguntar.
“Pues Los Reyes están a pocas horas de aquí, calculo que mientras va y regresa... mmm... llegarán aquí a media mañana, no te desesperes y ahora vamos al festín que todavía queda tiempo.”
Mientras todos se divertían, yo seguía pensativo y ansioso por la conversación que sucedería dentro de algunas horas, aquel misterio por fin me sería revelado y la identidad de mis nuevos enemigos conocida.
Con el primer rayo de luz acabó la fiesta, las mozas se retiraron a sus casas (algunas acompañadas por caballeros y uno que otro escudero), muchos fueron a dormir a sus tiendas de campaña y unos pocos fueron a comer antes de rendirse a Morfeo. Al no poder dormir, me acerqué a las caballerizas y pude ver con alegría que casi la totalidad de los caballos, estaban recuperados, percaté una silueta a lo lejos muy cerca de mi caballo, lo que en verdad me asustó, sigilosamente me escabullí sin hacer ruido listo a matar aquel individuo en caso se tratara de un enemigo, cuál sería mi sorpresa al ver a Oto (el muchacho de la aldea vecina que decidió acompañarnos) limpiando mi caballo.
“Oto, ¿qué haces despierto tan temprano? – le pregunté.
“Maese, en mi aldea me levanto antes de que cante el gallo (que es ligeramente antes del primer rayo de sol) por lo que decidí limpiar vuestro caballo así como los que pertenecen al resto de caballeros, disculpe usted puesto que ya me contaron que sólo vuestro escudero puede hacerse cargo de vuestro caballo, pero aún faltan dos horas para que todos los escuderos hagan esas tareas, además que quiero mostrarle mi agradecimiento por traerme consigo…” – respondió.
“Muchacho, no te molestes tanto, tú viniste por voluntad propia, además que no eres un criado para hacer las tareas que les corresponden a los escuderos…” – le expliqué.
“Maese, usted no me entiende pues yo soy un muchacho de aldea, el cual nunca podrá ser escudero y por ende tampoco llegará alguna vez a ser caballero como lo es usted, yo en estos instantes efímeros vivo mi sueño, ¡por favor, no me quité dicho placer!" – me replicó con lágrimas en los ojos.
Sonriendo le dije: “Oto, eres un buen muchacho, llegarás lejos si te lo propones, continúa con tu tarea y luego de limpiar los caballos, vas a desayunar, cosa que yo haré en este instante…”
Luego del desayuno, pasé las dos siguientes horas observando el campamento, vi algunos que se dedicaban a entrenar con espadas, otros cual juglares, se dedicaban a tañer y componer, otro enamoraba a su doncella del día anterior, la cual regresaba por la mañana a ver a su amado, ¡cuántos recuerdos volvieron a mi mente!, las frías noches que bajo su ventana cerrada entablaba largas conversaciones con ella, las noches en que la única luz que iluminaba la noche era la que salía de su alcoba, ella en el balcón oyendo mis canciones, los constantes “te quiero” y los…
“¡Llega un mensajero, llega un mensajero!” – escuché que gritaba el vigía de nuestro campamento, inmediatamente corrí a su encuentro le pedí que me llevara al lugar de reunión.
Extrañado el pobre muchacho me dijo: “Maese, no se a que se refiere, me mandaron con esta carta para usted, diciéndome que era de vital importancia.”
Tomé la carta entre mis manos y empecé a leerla, rápidamente a la vez que mi rostro palidecía, parte de la flota de barcos que partirían rumbo a España, estaban o inservibles o ya estaban ocupados, por lo que sólo quedaba un barco para mis fines, sin embargo, lo que más me preocupó fue el enterarme de que Orson había sido tomado prisionero en Panamá por nuestros enemigos…